Sunday, February 6, 2011

Victoriaville: Una Villa de Juguete de Verdad

Cuando era niño, me encantaba ver las villitas de juguete que ciertas personas ponen en Navidad, cerca del pino, como parte de la decoración de la temporada. Me podía quedar horas embelezado, viendo las luces del interior de las casitas, con ganas de ser del tamaño de un mono de plastilina, para poder asomarme a las ventanas y ver que hay adentro. Me preguntaba, que se sentiría vivir en esos techos de dos aguas, salpicados por la nieve y ver esos árboles blancos sin hojas. Siempre quise ser un muñeco de juguete para poder caminar por éstas maquetas.


Y pues ¿adivinen que? ¡Ya estuve dentro de una! Y no necesariamente tuve que frotar la lámpara de Aladino y pedirle al genio que me encogiera... tampoco tuve que perseguir a un conejo blanco, para entrar al país de las maravillas y tomar uno de esos frascos que dicen "Bébeme" y así obtener la transformación deseada. Nada de eso fue necesario.

Sólo tuve que irme de paseo, a 1 hora y media en coche de Montreal, a una ciudad conocida como Victoriaville, es decir "Ciudad Victoria".



Mientras caminaba por las calles de Victoriaville, me acordé de aquellos deseos que tenía de niño. Y me dije ¡Nunca es tarde!


También pensé un poco sobre lo trivial que es para los canadienses una ciudad como ésta. Ellos están acostumbrados a ver sus casitas y arbolitos entre la nieve. Y sueñan con lugares en donde los árboles son siempre verdes y el sol calienta todos los días del año. Quizás los niños canadienses, fantaseaan con vivir en casas en los árboles, rodeadas de bambú y lianas que les permiten trasladarse a distintos puntos de la selva.

Para nosotros los latinos, un lugar como éstos, nos hace pensar a la idea que nos vendieron de la navidad con nieve (aún y si en muchas partes de latinoamerica jamás neva) y chimenea prendida. Es un paisaje, que nos hace suspirar... aún y aunque temblemos de frío.




Por fin pude acercarme a esas cabañitas con lucecitas, y ver que es lo que había adentro. De hecho dormí en una de ellas. Su interior era reconfortante y acogedor.

El aura acogedora la percibí por todas partes. Aún y los anuncios del centro en las calles, tienen un estilo campirano, muy distinto al estilo mecanizado que prevalece en la mayoría de las ciudades.






Me dejé seducir por los espacios tanto exteriores como interiores, de ésta ciudad, que para muchos puede ser una ciudad aburrida (aún y tomando en cuenta que cuenta que hay bares y espacios de recreación) o una ciudad en la que no hay nada. Y sí, quizás no hay nada, para quien no tiene los ojos puestos en la inspiración.

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